Hipnosis, estado de consciencia alterado y con elevada respuesta a la sugestión; en la mayoría de los individuos se puede inducir con métodos diversos y ha sido empleado en ocasiones en tratamientos médicos y psiquiátricos. Lo más frecuente es que la hipnosis sea provocada mediante las acciones de un operador, el hipnotizador, quien atrae la atención del sujeto al cual asigna ciertos ejercicios, mientras emite órdenes verbales monótonas y repetitivas. Estos ejercicios pueden ser de relajación muscular, fijación ocular y levitación de los brazos. La hipnosis puede también ser autoinducida con relajación, concentración en la propia respiración, o con diversas prácticas monótonas y rituales que se encuentran en muchos sistemas místicos, filosóficos y religiosos.
     La hipnosis causa la adopción gradual por parte del sujeto de un estado de consciencia completamente diferente a la vigilia o al sueño, durante el cual la atención se desconecta del mundo exterior y se concentra en experiencias mentales, sensoriales y fisiológicas. Cuando un hipnotizador induce un trance, se desarrolla una relación o comunicación muy estrechas entre el operador y el sujeto. Las respuestas de los sujetos en estado de trance, y los fenómenos o comportamientos que manifiestan de forma objetiva, son el producto de su estado emotivo, es decir, el comportamiento refleja lo que se está sintiendo en la experiencia.
     La mayoría de la gente puede ser hipnotizada con facilidad. La profundidad del trance, sin embargo, oscilará desde un estado leve cercano a estar despierto, hasta un profundo estado de sonambulismo. Un trance profundo se caracteriza por el olvido de los sucesos del trance y por una habilidad de respuesta automática a las sugerencias tras la hipnosis que no provocan una clara ansiedad. La profundidad del trance conseguida es una característica relativamente fija, que depende de la condición emocional del sujeto y de la destreza del hipnotizador. Sólo un 20% de los sujetos son capaces de entrar en estados sonámbulos con los métodos usuales de inducción. Desde el punto de vista clínico este porcentaje no es significativo, ya que los efectos terapéuticos aparecen incluso con un trance leve.
     La hipnosis puede producir un contacto más profundo con la vida emocional de cada uno, que puede reavivar represiones y provocar una exposición a temores enterrados y conflictos. Este efecto es de uso médico y educativo, pero también puede llevar a una mala interpretación. Por ello, el resurgimiento de recuerdos tempranos y olvidados a través de la hipnosis puede mezclarse con fantasías. En los últimos años se han puesto en tela de juicio las investigaciones realizadas sobre recuerdos inducidos por hipnosis.
     James Braid, cirujano de Manchester (Inglaterra), comprobó como sin necesidad de magnetizar a la persona, esta podía ser dormida y quedar sometida a un estado que él mismo bautizó con el nombre de hipnotismo.
     De igual modo logró demostrar que el sólo hecho de mirar fijamente un objeto inmóvil, se podía alcanzar el trance hipnótico. Según James Braid, el hipnotismo era un estado de sueño nervioso. El fenómeno de la hipnosis fue ampliamente investigado por Jeam Martín Charcot (1.825-1.893), llegando a la conclusión de que era una manifestación patológica de la histeria. Separó al hipnotismo en mayor y menor, comprendiendo el primero tres estados característicos (letergia, catalepsia y sonambulismo), mientras que el segundo, sólo produce manifestaciones psíquicas pero no motóricas.
     Al paso de las teorías de Charcot salen un grupo de médicos encabezados por Bernheim y Liebanet, fundadores de la Escuela de Nancy, que investigando a fondo la hipnosis, llegaron a la conclusión de que el estado hipnótico era un fenómeno de sugestión, mediante el cual se podría estimular al sujeto para que desarrollase sus facultades y produjese fenómenos psíquicos.
     De esta forma, el fenómeno hipnótico queda enmarcado hasta nuestros días, siendo perfeccionado por otros investigadores como Sanet, Myess, Ochorowicz y Binet.